miércoles, 12 de enero de 2011

Solamente eso: actores de barrio sin otra cosa que hacer que perder el tiempo.

Cierra los ojos y ahí está, frente a cientos de personas que le miran y le aplauden mientras que derrama densas lágrimas, de esas de miedo y tristeza, de soledad… Los gritos enmudecen todo el teatro, la gente se levanta extasiada y silba, y grita, y aplaude de nuevo y más fuerte, y llora; lloran las ancianas repletas de joyas mientras que sus maridos halagan con palabras secas y frías el trabajo de una vida. Lentamente él se da la vuelta pero descubre que no puede, no puede moverse; está rígido y frío, como un muerto…

El sentimiento es horrible: la gente le consume y le degusta lentamente cada segundo que pasa y él lo único que puede hacer es reír mientras que su corazón lo único que quiere hacer es llorar, gritar y patalear por un poco de libertad que nunca más tendrá.
Tras un corto período de tiempo decide hacerlo, lo tiene que hacer, es su  deseo… se quita la máscara.

El aire llena sus pulmones, la luz artificial ciega sus ojos con imágenes que nunca antes había avistado, sus oídos se abren a un mundo infinito de belleza y su rostro se suaviza como el mecimiento de una cuna; por unos segundos nada más…

Ahora ya lo sabe, sabe como es de lo que siempre había oído murmullar y comentar: la vida. Ahora por fin su rostro ha sido descubierto y de una vez por todas ha vivido como nunca antes pensó vivir, ha vivido feliz: feliz por unos segundos, feliz mientras que todo el mundo se lleva las manos a la cabeza y desespera y llora…

«Ya sé por que lloraban, me estoy muriendo… nunca creí que esta sensación fuese tan bella, tan pura… Creo que esto es lo que llaman felicidad: hacer lo que siempre has querido hacer durante unos segundos y luego desaparecer para siempre llevándote contigo el mejor secreto de toda tu vida.»




“Escasa y farsa es la vida entera. O aprende a actuar sin tomártela en serio o soporta los dolores.”

                                                           Páladas de Atenas.

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Resquicio de nuestros gritos.