jueves, 14 de abril de 2011

Allí, donde tú y yo nunca sabremos.

El aire era fresco, el atardecer empezaba a desaparecer por detrás de esas colinas y el rocío empapaba cada vez más los milímetros que tú y yo no ocupábamos en ese pequeño jardín de las delicias que descubrimos aquella lejana tarde de invierno...


Los roces de nuestras furtivas miradas se encarnaban en besos invisibles que cada uno de nosotros sentíamos a nuestra manera: primero frio, luego doloroso y finalmente, apagado. Nuestras manos eran imanes de lo extraño y las luces de la ciudad se fundían en el crepúsculo de tu mirada, ese crepúsculo que solo yo podía ver...

Las gotas se deslizaban insistentemente por nuestras chaquetas y nuestros ojos pestañeaban con los pequeños resquicios de amor divino que caían de nuestra confidente, la Luna. Todo pasaba muy rápido: me mirabas, te miraba, nos mirábamos, nos dejábamos de mirar... y nos besábamos otra vez.


La última mirada dijo más de lo que yo llegue a comprender; era una mirada de despedida, de pena, de dolor, pero también era una mirada de esperanza, de alivio, de amor... Era nuestra mirada, esa que nadie más que nosotros podía entender; nuestra mirada, tu mirada.
[...] los ecos de mis gritos no se apagan y pienso que esta colina y estas luces de neón pueden ser lo único que quede de ti; física y moralmente.

                                                                   ¿Porque gritaba?
                                                                      Lo sé y tú no,
                                                                     no preguntabas,
                                                                       tú nunca, no.

sábado, 19 de marzo de 2011

Jodida libertad.

En los peldaños de esas escaleras de color anaranjado esperaba la llegada del Salvador, del Mesías que me sacase del mundo de suburbios en que vivía y ahora mismo, con dieciocho años de mi vida sobre las espaldas ando errante buscando un lugar donde esperar todo lo que antes tuve y ahora no, todo lo que antes me hacía sentir vivo y enérgico; ya no hay nada de eso, sólo unos viejos zapatos que se guían sin pasos por una carretera helada en una Canadá olvidada por los humos y los suburbios...

Escribía cartas y las mandaba, miraba al horizonte y cerraba los ojos, fumaba y no me tragaba el humo... Solía hacer muchas cosas que ahora ya no hago, solía morderme las uñas, guiñar los ojos a los niños pequeños, pintarme las manos imaginándome otro mundo irreal, solía esperar, nada más, esperar algo que cambiase todo por completo, algo radical; no se si lo conseguí, pero aquí estoy, libre, en un acantilado, frente a una eternidad infinita y lo único que se me viene a la cabeza es esa piedra del segundo ladrillo en la que dejé grabadas esas palabras: "la vida es otro pequeño escalón más del ser humano".

Esperaba esto.
                                               (Foto de María López-Andreu)

viernes, 25 de febrero de 2011

Al final del túnel siempre hay una luz.

«Es extraño la forma en que da vueltas todo, como me duele la cabeza y como me hierven y me arden las costillas» dice mientras se incorpora del ansiado sueño y se da cuenta de la realidad que la rodea... Todas las noches había soñado con ese sueño de no despertar pero parece que las horas pasan, y el mundo se hace indiferente ante sus súplicas.

Sólo desea un poco de amor, nada más, unas cuantas miradas de esas que encienden hasta el último recoveco del alma y algún que otro momento feliz que no tenga que reciclar en el contenedor del olvido como lleva haciendo con su plástica y falsa vida durante diecisiete años. Pero lo único que tiene ahora son unos cuantos moratones que marcan los segundos, minutos y horas que le faltan para ser libre.

«¿Libre, que se sentirá al ser libre? Da igual, yo nunca lo sabré.»

A las que llamamos y nunca se abren.

jueves, 24 de febrero de 2011

Incontables y dolorosos por igual.

En toda batalla hay vencedores y vencidos; mientras que en las guerras la gente pudre su cuerpo en el fango, en el amor el alma se oscurece y se enmudece con el eterno y sonoro silencio del no.

Y nadie tiene el plan perfecto para vencer.

viernes, 18 de febrero de 2011

Conciertos de educación actual.

Cuerda a cuerda, arqueándose hasta puntos inimaginables por las mentes humanas, se desprende de lo que no le sirve para terminar quedándose con el alma, la pureza... eso que todos tenemos y que ninguno atisbamos a ver.

El sonido cada vez es más fuerte, más desaliñado e imperfecto, más roto, como los llantos de pena de las mujeres al ver morir un hijo... No se puede comparar con nada, es tan sumamente extraño ese sentimiento que lo único que puede hacer es guardarlo en una caja de madera para que sólo el fuego de la pasión pueda descubrirlo...

En una avalancha de notas y de deslizamientos por el mástil, el cuerpo fémino del celo se arquea y, súbitamente, se desquebraja y rompiéndose por la mitad ahulla su último suspiro. Nunca antes le había pasado pero ahora, en estos tiempos en los que la soledad y la incertidumbre le acechan, era lo mínimo que podía pasar...


Bendito clasicismo tecnológico.


lunes, 14 de febrero de 2011

María Ginebra López Andreu.

Lleva dieciocho años siendo una enamorada del Rock 'N' Roll y del champagne francés, de los escritos en letra cursiva quemados por las esquinas y del tabaco Lucky Strike. Nunca había sido una chica especial, más bien había preferido mantenerse al margen de todo para no dejarse llevar por nada ni nadie y, de esta manera, conseguir una mínima libertad... pero hoy, tras dieciocho años aguantando en su interior la furia ha explotado. Hoy ha mirado al mundo y le ha levantado sin ningún miedo el dedo corazón abrazándose a sus compañeros y dando un pequeño salto con el que ha sentido como el aire elevaba lentamente sus pies intentado ascenderla hacia el cielo... Rígido ha sonado el golpe seco en el suelo, profunda su mirada y más duras sus palabras: «¿Ahora sí? Pues ahora no».

Ahora sí que puede ascender hacia ese mundo de adultos, ese mundo de "perfección" del que todo mundo habla, ese mundo que todos quieren conocer y que sólo unos pocos pueden disfrutar... Pues ahora no quiere, ahora sólo quiere disfrutar, liberarse y vivir en ese mundo de puta imperfección en el que el equivocarse es el pan de cada día. Quiere dejar sus alas al aire, lanzarse desde la torre Eifel para acabar estrellándose en cualquier bistro de la capital y poder olvidarse a trago de un buen vino de los odiosos dieciocho pasados años: años de amores imperfectos y música inglesa de esa que ya nadie escucha.

Libertad, toda la vida buscando eso y lo tenía delante de ella, sólo tenía que mirar un poco más allá... Sólo eso, nada más.


Siempre supe que eras tú.