lunes, 13 de diciembre de 2010

Día a día.

Se despierta lentamente, poco a poco abre sus ojos de color de roble: oscuros, fuertes y profundos… y mueve rápidamente la cabeza para levantarse del sueño en el que está inmerso. El colchón se desliza suavemente por su piel, arropa su desnudo cuerpo y finalmente eriza cada milimétrico pelo de su torso. Se levanta y prepara el desayuno lento pero sin pausa, con los movimientos heredados de sus años en el alargado piso de esa ciudad ya olvidada, mientras que poco a poco el Sol cubre con su manto dorado el suelo lleno de pequeñas notas y discos, cientos de vinilos, y botellas de cerveza a medio vaciar… Muerde poco a poco una manzana y bebe en pequeños sorbos el café solo que acaba de terminar de preparar, nunca había tomado uno tan amargo pero hoy sólo puede tomar algo amargo, hoy es feliz y necesita de esa amargura que siempre había protagonizado su vida para volver a sentirse como antes, vivo…

Está despeinado, limpio y pulcro pero despeinado, renuncia a perder el tiempo en un acto innecesario y se viste con lo primero que coge: una camiseta de esas que puedes encontrar en cualquier mercadillo, un pitillo roto en las rodillas, desgastado como él, las botas que decide no atar y una camisa de esas de franela a cuadros que nunca gustaron a su madre… Recoge del suelo su maletín de cuero marrón, ese que siempre había estado guardado en el armario del pasillo y que el año pasado su padre le había regalado para ir a la universidad, y se va por la puerta con suavidad para no despertar a ninguno de los infantes que viven a su alrededor.

 Parece que la felpa no le servirá de mucho se dice cuando sale a la calle, hace frío, es Invierno y hace mucho frío pero bueno, se puede soportar comenta para sí mientras se encamina a subir la calle paso a paso… Ve a mucha gente por la calle, gente blanca, gente negra, mujeres, hombres, niños, ancianos… pero no ve a nadie como él. Es raro, no hay nadie como él por la calle, supone que todo el mundo estará en la universidad, estudiando como se debe hacer a su edad pero él hoy no está dispuesto… Hoy no.
Hoy toca salir a la calle, hoy toca sentir frío, hoy toca mirar escaparates y recordar tiempos pasados, hoy toca no comer, tocan muchas cosas que nunca antes habían importado en su vida pero que ahora sabe que si no disfruta, no lo hará nunca más.

[…] de vuelta a casa, ha sido un viaje muy extenso: se ha sentado en un banco a observar como las palomas devoraban lentamente las palomitas, ha dado dinero a un pobre de la calle y ambos han compartido un buen vino de cartón, ha corrido sin tener prisa, se ha reído de todos y todo pero sobre todo, se ha sentido como un niño de nuevo; lo necesitaba y hoy, por fin, lo ha conseguido.

«A veces pienso si los abuelos con los que convivo pensarán como yo, ¿pensarán que soy un niño asustado o un maduro sin sentimientos?». «Me gusta pensar que ellos son los que vivirán eternamente felices, lo que yo nunca conseguiré».


Sólo eso, disfrutar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Resquicio de nuestros gritos.