viernes, 25 de febrero de 2011

Al final del túnel siempre hay una luz.

«Es extraño la forma en que da vueltas todo, como me duele la cabeza y como me hierven y me arden las costillas» dice mientras se incorpora del ansiado sueño y se da cuenta de la realidad que la rodea... Todas las noches había soñado con ese sueño de no despertar pero parece que las horas pasan, y el mundo se hace indiferente ante sus súplicas.

Sólo desea un poco de amor, nada más, unas cuantas miradas de esas que encienden hasta el último recoveco del alma y algún que otro momento feliz que no tenga que reciclar en el contenedor del olvido como lleva haciendo con su plástica y falsa vida durante diecisiete años. Pero lo único que tiene ahora son unos cuantos moratones que marcan los segundos, minutos y horas que le faltan para ser libre.

«¿Libre, que se sentirá al ser libre? Da igual, yo nunca lo sabré.»

A las que llamamos y nunca se abren.

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Resquicio de nuestros gritos.