sábado, 19 de marzo de 2011

Jodida libertad.

En los peldaños de esas escaleras de color anaranjado esperaba la llegada del Salvador, del Mesías que me sacase del mundo de suburbios en que vivía y ahora mismo, con dieciocho años de mi vida sobre las espaldas ando errante buscando un lugar donde esperar todo lo que antes tuve y ahora no, todo lo que antes me hacía sentir vivo y enérgico; ya no hay nada de eso, sólo unos viejos zapatos que se guían sin pasos por una carretera helada en una Canadá olvidada por los humos y los suburbios...

Escribía cartas y las mandaba, miraba al horizonte y cerraba los ojos, fumaba y no me tragaba el humo... Solía hacer muchas cosas que ahora ya no hago, solía morderme las uñas, guiñar los ojos a los niños pequeños, pintarme las manos imaginándome otro mundo irreal, solía esperar, nada más, esperar algo que cambiase todo por completo, algo radical; no se si lo conseguí, pero aquí estoy, libre, en un acantilado, frente a una eternidad infinita y lo único que se me viene a la cabeza es esa piedra del segundo ladrillo en la que dejé grabadas esas palabras: "la vida es otro pequeño escalón más del ser humano".

Esperaba esto.
                                               (Foto de María López-Andreu)

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Resquicio de nuestros gritos.