jueves, 23 de diciembre de 2010

No hay que mirar a los demás, sino mirarse a sí mismo y reflexionar.

Otro año más, otro invierno que se ha avecinado sobre él, otro grano más que ha desaparecido de su rostro dejando atrás años de adolescencia imperfecta, otro más. Han cambiado muchas cosas, ha cambiado él, ha cambiado todo su alrededor, todo se ha hecho más difícil... pero hay una cosa que no ha cambiado: todas esas miradas despectivas siguen espiándolo y criticándolo, siempre lo mismo.
Anda por las calles de esa ciudad extranjera con una lata de Coca-Cola en su mano izquierda y una bolsa con unos cuantos libros de esos que no lee nadie en la derecha. Los cascos penetran en sus oídos dándole a conocer un mundo que le eleva a un sentimiento que se pude comparar a la felicidad; escucha canción tras canción esa voz amarga de la que se enamoró incluso antes de nacer, nació para escuchar esa voz y para ser como es, y nadie se lo va a poder quitar.

[...] paso a paso deja las huellas de sus doctores por esa playa de arena húmeda y solitaria... Solo camina lentamente dejando su firma en cada milímetro de esos granitos, solo siente la brisa del aire que nunca meció su cuna, solo grita a las olas por haberle inundado en un mar de soledad... solo. Coge piedras, una a una, y se planta delante de la orilla; lleno de ira las tira una a una inundando el propio mar en su esponjosa espuma para olvidarse de lo que existe y cubrirse de una capa de infelicidad y dolorosa soledad.

«Hace frío» dice mientras se quita esa camiseta que consiguió aquella noche de éxtasis musical; los pantalones se deslizan por sus piernas y las botas brillan gracias a la mirada del dulce Apolo. Empieza a correr hacia el mar mientras grita para terminar sumerigiéndose bajo el agua en una sensación de puro éxtasis...

Terminó el frío, y las preocupaciones, y la soledad, y el odio... Ya sólo queda la imagen de su cuerpo a la deriva en un mar que nunca fue de agua... Podemos pretender que los sueños sean realidad pero sólo son eso, sueños.

Sueños.

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Resquicio de nuestros gritos.